En la Universidad Nacional de Córdoba, un equipo de docentes, estudiantes e investigadores sostiene un centro de supercómputo con recursos mínimos pero con un fuerte objetivo de soberanía tecnológica. Con piezas recicladas y donaciones, dan soporte a científicos y empresas de todo el país que desarrollan inteligencia artificial local.
Mientras gigantes como OpenAI invierten miles de millones en centros de datos del tamaño de Central Park, en Argentina un grupo de investigadores sostiene un centro de computación de alto desempeño con creatividad, reciclaje y mucha resiliencia. Desde el Centro de Computación de Alto Desempeño (CCAD), ubicado en la Universidad Nacional de Córdoba, se impulsa el desarrollo de inteligencia artificial con hardware de generaciones pasadas y donaciones internacionales. Lo que falta en dólares, sobra en ingenio.
“Es muy difícil describir lo poco que tenemos. Es lamentable”, resume Nicolás Wolovick, director del centro. La frase sintetiza el abismo entre lo que ocurre en países desarrollados y la realidad nacional. Aun así, el CCAD ya es una pieza clave para quienes apuestan por la IA en el país. “Cuando hay escasez, tenés que poner cabeza”, dice Wolovick, reflejando la lógica que guía al equipo: exprimir al máximo recursos limitados para seguir desarrollando tecnología.
Un centro clave para científicos e innovadores
El CCAD ofrece potencia de cómputo a proyectos de todo el país que requieren entrenar modelos de machine learning o realizar simulaciones complejas. Exequiel Barrera, investigador del Conicet-IHEM, encontró en Córdoba la solución que no tenía en Mendoza: “Una de las supercomputadoras, Mendieta, tiene GPU ideales para simulaciones moleculares. En Mendoza las simulaciones tardaban hasta 50 veces más que en el CCAD”.
Con más de 330 cuentas activas, el centro permite reducir tiempos y costos. El 44% de sus usuarios provienen de instituciones fuera de la UNC, y un 33% logró publicar investigaciones tras utilizar sus servicios. Además, también brinda soporte a desarrollos de empresas tecnológicas argentinas.
La IA que se entrena en Córdoba
Daniel Robins, fundador de Kunan, una empresa dedicada a soluciones de IA para personas mayores, entrena sus asistentes virtuales en el CCAD. “Hacerlo en nuestras computadoras nos lleva más de una hora. En el centro de cómputo de Córdoba, diez minutos”, detalló. Además del ahorro en tiempo, valora el entorno seguro: “Son turnos médicos. Son datos. El CCAD nos garantiza privacidad y control”.
La seguridad de los datos y la capacidad de entrenar modelos propios sin depender de servicios extranjeros son razones clave para que un país tenga infraestructura propia. Como resume Wolovick: “Hay muchísimos modelos online, aparentemente gratuitos, pero su gratuidad depende de limitar el uso. Nosotros queremos que nuestros investigadores puedan trabajar sin esas barreras”.
Ciencia con rebusque y componentes de descarte
El centro mantiene sus supercomputadoras con piezas que serían basura para otros países. Entre ellas está “Gordito”, un servidor armado con partes recicladas que hoy permite correr modelos de lenguaje como Llama y DeepSeek. “Estamos dos generaciones atrás del mundo, pero hacemos funcionar máquinas con hardware viejo gracias a optimizaciones y creatividad”, explica Wolovick.
Para ensamblar sus servidores, el equipo recurre a compras en AliExpress, retazos de stock en EE.UU. y ofertas de último momento en envíos por FedEx. Una anécdota lo ilustra: lograron bajar un envío de 1.700 a 800 dólares buscando promociones logísticas. Esa es la realidad constante del CCAD.
Sin inversión, no hay carrera
Pese al esfuerzo y los logros del CCAD, Wolovick es tajante al evaluar la posición del país en el mapa global de la IA: “Argentina no está viendo la carrera de la inteligencia artificial desde ningún lado”. La única excepción es Clementina XXI, una supercomputadora instalada pero, según afirma, inutilizada desde hace más de un año.
La distancia con los países que lideran el desarrollo es cada vez mayor. Mientras tanto, en Córdoba, un grupo de investigadores sigue demostrando que con poco se puede hacer mucho. Pero también advierten: sin inversión sostenida, no hay posibilidades de escalar ni disputar un lugar en el futuro tecnológico global.
Fuente: Página 12.