El Gobierno apura definiciones en una jornada clave de la Casa Rosada: reunión de ministros por la mañana y, luego, el cuerpo que termina de pulir los proyectos laboral y tributario. Crece la presión política por la letra chica de las reformas y los tiempos de tratamiento.

En una postal de urgencias políticas, Javier Milei participó este martes de la reunión de Gabinete en la Casa Rosada, mientras el Ejecutivo avanza en paralelo con el cierre del Consejo de Mayo, el ámbito que ordena los borradores de las reformas laboral y tributaria que serán elevadas al Congreso en sesiones extraordinarias.
La doble convocatoria marca la intención oficial de acelerar la agenda en un contexto de desgaste político y con señales de tensión interna. Por la mañana, todos los ministros se sentaron a la mesa para revisar el pulso de la gestión. A mediodía, el Ejecutivo buscó encarrilar el último tramo técnico de las iniciativas que prometen reconfigurar el mercado de trabajo y el esquema impositivo.
Nuevo mando y apuro por resultados
La conducción de la jornada recayó en Manuel Adorni, recientemente designado jefe de Gabinete tras la salida de Guillermo Francos. La primera reunión comenzó a las 9.30 e incluyó a todo el equipo, además de los próximos funcionarios a asumir en Seguridad y Defensa.
Más tarde, a las 11.30, Adorni encabezó su primera sesión del Consejo de Mayo. El objetivo, explícito: cerrar la versión final de los proyectos antes de enviarlos al Parlamento. La administración planea institucionalizar reuniones de Gabinete cada diez días para imprimir ritmo a una gestión que busca exhibir “orden” puertas adentro.
Qué se discute en el Consejo de Mayo
El temario es sensible y de impacto directo en la vida cotidiana. Entre los ejes que se discuten aparecen cambios en:
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el régimen de contratación y períodos de prueba,
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vacaciones, licencias e indemnizaciones,
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organización del trabajo y modalidades laborales,
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parámetros impositivos vinculados al empleo.
La decisión de apurar definiciones sugiere una estrategia: cerrar debates técnicos y limar roces internos antes de la exposición pública. El costo es evidente: menos tiempo para el análisis integral de medidas que, por su alcance, requieren consenso y debate profundo.
Alertas políticas y resistencia latente
La velocidad elegida por el Ejecutivo abre interrogantes políticos y sociales. Varios gobernadores acompañan en términos generales, pero no está claro si aceptarán sin cambios la letra final. A eso se suman reparos sindicales y tensiones entre áreas del propio Gabinete.
En los pasillos legislativos, el clima es de cautela. El Gobierno apura, pero el Congreso observa: la negociación será inevitable si se pretende sostener gobernabilidad y evitar que el trámite exprés derive en conflictos judiciales o en una resistencia social más amplia.
Lo que viene
Con los borradores “listos”, el oficialismo apunta a sesiones extraordinarias para iniciar el tratamiento. El reloj político corre: acelerar puede ser una apuesta a mostrar control; también, un camino corto para profundizar fricciones. El desenlace no dependerá solo del texto de las reformas, sino de la capacidad del Gobierno para tejer acuerdos reales en un Parlamento fragmentado.
Fuente: Ámbito.