Se trata de una nueva generación de inteligencia artificial que gana autonomía, se especializa en tareas complejas y promete transformar la forma en que interactuamos con la tecnología.
¿Y si en lugar de buscar, comparar precios y comprar un lavarropas por nuestra cuenta, simplemente le pidiéramos a una inteligencia artificial que lo haga por nosotros? Esa escena, que hasta hace poco parecía futurista, ya es posible gracias a la irrupción de la inteligencia artificial agéntica, una tecnología emergente que promete convertirse en la próxima gran revolución del mundo digital.
Impulsada por los avances en modelos de lenguaje como ChatGPT, Gemini o Claude, esta nueva generación de IA no solo responde a los pedidos humanos (prompts), sino que puede tomar decisiones, ejecutar acciones y coordinar múltiples tareas de forma autónoma. En otras palabras, deja de ser una herramienta pasiva y empieza a operar como un agente activo.
Qué es la inteligencia artificial agéntica
A diferencia de los modelos tradicionales, que necesitan una orden explícita para generar una respuesta, la IA agéntica puede planificar, ejecutar y adaptarse a contextos específicos. «El agente puede resolver tareas más complejas, se especializa en algo y cuenta con herramientas para hacerlo», explicó María Frances Gaska, directora de tecnología de Humai, en diálogo con Página|12.
Esta arquitectura permite conectar la IA con otras aplicaciones y sistemas, como bases de datos, hojas de cálculo o plataformas de e-commerce, lo que abre la puerta a automatizaciones mucho más avanzadas.
Aplicaciones actuales y lo que se viene
Aunque todavía en etapa incipiente, las principales plataformas tecnológicas ya están incorporando estos sistemas. Un ejemplo es Claude Desktop, que permite configurar agentes personalizados capaces de interactuar con herramientas específicas para resolver tareas repetitivas o complejas.
También existen desarrollos orientados al comercio electrónico, donde el usuario indica qué desea comprar y el agente se encarga de buscar, comparar, pagar y coordinar la entrega. En paralelo, empresas como Google trabajan en protocolos para que estos agentes puedan comunicarse entre sí, potenciando su capacidad para resolver problemas de mayor escala.
Se estima que para 2028, uno de cada tres softwares contará con agentes autónomos integrados. Este avance representa la transición hacia una «tercera generación de plataformas», donde las acciones no se realizan a través de botones, sino de intenciones expresadas en lenguaje natural.
Riesgos y desafíos éticos
La autonomía creciente de estas IA también plantea interrogantes. «Hay una especie de dial de autonomía. Hoy le podemos dar mucha, pero no termina de funcionar bien. El problema es qué pasa cuando sí lo haga», advirtió Gaska.
Entre las principales preocupaciones figuran el desplazamiento de empleos, la necesidad de establecer límites éticos y técnicos y el desarrollo de marcos regulatorios adecuados. La clave, sostienen los especialistas, será determinar cuánta autonomía es segura y conveniente delegar en estas tecnologías.
Fuente: Página 12.